Las memorias de Nashla (Continuación 7)
- Cesia García
- 21 ene 2022
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 13 mar 2022
16 de octubre de 1971 Sólo podía quedarme por una semana, no fue fácil para mí pero mis hermanos lo pudieron comprender, al mismo tiempo que me dijeron que el doctor les dijo que probablemente mi madre no iba poder vivir más de cinco días. -Es mejor que te quedes con el recuerdo de una madre fuerte, alegre, hermosa y sobre todo que siempre amo a su familia con todo su corazón.- Me dijo mi hermana, mientras me daba un gran abrazo. Era como si ella fuera la que me estuviera llenando de fuerzas nuevas; no pude evitar llorar un poco.
Mis días con mi familia estuvieron llenos de felicidad, cada minuto que pasaba a su lado me provocaba amarlos más y más, quería que el reloj parara, que me dejara vivir en ese momento por siempre, que me dejara admirar esas sonrisas y ver a mi madre con nosotros, yo sabía que ella estaba feliz de vernos juntos otra vez.
Por las noches, Matt nunca faltaba en mis sueños, siempre estaba ahí y lo abrazaba mucho, mucho, lo extrañaba demasiado; contaba cada minuto que faltaba para estar a su lado, poder refugiarme en sus brazos y llorar como una niña; ¡cómo deseaba que Matt estuviera allí conmigo!, pero no todo se puede en esta vida, y ésta se encargaría de gritármelo con todas sus fuerzas: ¡no puedes tener todo, Nash!
El tiempo pasaba, las horas corrían y mi estancia en aquella casa concluyó y de alguna extraña manera la salud de mi madre iba mejorando, no me lo podía explicar; mis hermanos me rogaron que me quedara un día más y recordé lo que mi hermana me dijo el día que llegué a casa; accedí, quería contemplar una vez más a la mujer que era dueña de unas de las sonrisas más hermosas que existían en este planeta, quería ver reír a mis hermanos una vez más.
20 de octubre de 1971
Llegó el día de mi partida, eran las 6:00 de la mañana, decidí no despertar a nadie y traté de hacer el menor ruido posible, no me gustaban las despedidas y sabía que muy pronto iba a regresar pero ahora sería acompañada. Dejé una nota en el comedor y en ésta les decía a mi familia que la amaba con todo mi corazón y mi próxima visita a esa casa no demoraría tanto, no me gusta decir adiós, así que no lo hice; salí de la casa y me dirigí a la estación; partí en el primer tren que me llevaría a mi destino.
Llegamos exactamente a las 10 de la mañana, justo a la hora en la que solía visitar aquel lugar, y lo primero que hice fue caminar hacia la cafetería, quería ver a Matt, quería ver si estaba ahí esperándome, quería estar en sus brazos otra vez, quería naufragar en el mar de sus ojos.
Entré, ahí estaba él, un ser lleno de belleza; caminé hacia él.
-Espero no haber demorado tanto, –le dije al oído.
- Ohh, mi querida Nash, no sabes cuánta falta me hiciste, le hacías falta a mi existencia.- Me dijo mientras se levantaba de su lugar para darme un fuerte abrazo; ahí en sus brazos me sentía segura.
Me senté a su lado y hablamos muchísimo, le conté todo lo que hice en mi viaje, cada detalle no se lo oculté, también le dije que él siempre estaba ahí en mis sueños y que nunca llegó tarde; Bell dejó mi comida en la mesa; mientras nosotros seguíamos platicando, teníamos tanto de qué hablar y el tiempo pasaba volando cuando estaba a su lado, todo se congelaba y sólo existíamos él y yo…
Salimos de aquel lugar, nos despedimos con un fuerte abrazo y yo me dirigí a mi casa, entré, dejé mis maletas en el pasillo y me senté frente al fuego; reanudé mi lectura: “¡Ah! Entonces debe ser una ilusión. Las cosas de las que está uno completamente seguro, no son ciertas. Ésa es la fatalidad de la fe...”; de pronto, alguien tocó a la puerta con gran desesperación, caminé hacia ésta y abrí: era un señor ya grande de edad y llevaba una carta consigo, me la entregó y se marchó, no dijo más.
“Matt y sus detalles”, pensé; la abrí cuidadosamente y comencé a leer, mientras mis ojos se posaban en cada una de las líneas averigüé que la carta hablaba de mi familia, lo que decía cada vez era peor, no podía creer que eso estuviera pasando a las pocas horas después de haber llegado a casa, al poco tiempo de haberlos visto con vida.
La carta decía que una señora que pasaba por donde ellos viven reportó a la policía que vio manchas de sangre en una de las ventanas y algunas de éstas estaban rotas, así que decidió acercarse para ver qué era lo que sucedía, llamó a la puerta varias veces pero nadie contestaba y decidió llamarlos para que ellos vieran qué era lo que realmente estaba pasando.
Cuando la policía entró a la casa, las paredes estaban salpicadas de sangre, buscaron algún cuerpo con o sin vida y no tuvieron éxito, en cada una de las camas sólo había más de este líquido rojo, no encontraron los cuerpos de nadie. Alguien había entrado a la casa y había cometido este horrible homicidio. La policía prometía que lo averiguaría y llegaría al culpable, todo lo que sucediera me iba a ser reportado; pero no tenía caso, yo sabía que mi familia no iba a regresar a mi lado, ya no los volvería a ver, ni siquiera en su entierro.
Esta noticia destrozó mi alma, terminó con la pequeña parte que quedaba de mí, mi vida se esfumó con mi llanto, ya no podía más, ya no quería amar a nadie más, quería quitar de mi pensamiento a mi familia, a Sam, a la señora Elizabeth, al hermoso Matt, renunciar a mis sentimientos, pero no era tan fácil...
Las pesadillas comenzaron a aparecer cada vez más frecuente, eran la causa de mi despertar, ya no estaba a salvo, estas voces no me dejaban en paz; dejé de ir a la cafetería, quería estar sola, olvidarme de todo y escribir, escribir mi pasado, aquellos momentos que me hicieron tan feliz.
Ya no quería ver a Matt, ya no quería sentir algo por alguien, quería dejar todo y sólo vivir yo en mi mundo, estaba sola y no podría soportar una pérdida más, mi corazón ya no aguantaba tanto dolor.
Matt siempre me esperaba en la cafetería y al ver que ya no asistía a nuestros encuentros decidió ir a buscarme, llegó a mi casa, tocó a la puerta varias veces, mientras gritaba mi nombre; al ver que nadie abría decidió entrar por la ventana.
Vi su sombra parada junta a mí, sentí su presencia y me aterraba saber que estaba ahí, me aterraba saber que lo estaba perdiendo, pero más me aterraba saber que yo me estaba hundiendo y nadie podía salvarme, ni siquiera él; el miedo me estaba consumiendo entera, no tenía piedad de mi ser.
-¡Nash, pero qué te pasa, por favor dime qué es lo que está pasando! Mis días han sido horribles sin tu compañía, no me ha faltado tiempo para pensar en ti, estás en mis sueños constantemente y son sueños obscuros, no puedo salvarte; no estás en nuestro lugar y no puedo protegerte, esto me está matando, ya no puedo, quiero ayudarte, quiero protegerte. -Me dijo, mientras en sus ojos se veía la desesperación que lo estaba invadiendo, era como si no supiera qué hacer, cómo si yo me estuviera ahogando y él no pudiera rescatarme porque una ola lo estaba alejando de mí.
-Por favor dime qué es lo que está pasando, desapareciste y no dijiste nada ya no vas a nuestras citas, no respondes a mis cartas, no has salido de tu casa –agregó Matt.
-Mi familia está muerta, Elizabeth y Sam también lo están y estas voces dentro de mi cabeza no me dejan en paz, dicen que nunca me dejarán hasta que todo terminé, ya no puedo más. No quiero perderte y si eso quiere decir que te tengo que dejar, lo haré. -Le dije, mientras el llanto y el miedo se apoderaban de mí, todo se derrumbaba a mi alrededor, pero había una luz que me decía que aún había algo, que aún podía seguir adelante y esa luz era Matt.
Nota: La historia de Nashla continúa.
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