top of page

Las memorias de Nashla (Continuación 6)

  • Foto del escritor: Cesia García
    Cesia García
  • 4 abr 2021
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 22 ene 2022

10 de octubre de 1972


Estuvimos en la búsqueda de Sam, nadie sabía nada de ella, su desaparición fue reportada a la policía, todos esperábamos que ellos pudieran hacer algo; habíamos buscado en todos los lugares posibles. Pasaron cuatro semanas y no había éxito, no escuchábamos noticias buenas.


En el reporte que nos dieron las autoridades nos dijeron que sólo pudieron encontrar algunos pedazos de la ropa que estaba usando el día de su desaparición, después escuchamos lo peor: encontraron algunos rastros de sangre en las telas, según las investigaciones podía pertenecer a ella.


Aún teníamos la esperanza que siguiera allí afuera esperando por nosotros, luchando por su vida en algún lugar.


No encontraban su cuerpo por ninguna parte, ni en el perímetro donde encontraron sus pertenencias, pero todo apuntaba que había muerto, apuntaba a que alguien pudo haber sido el autor de su desaparición, pero ¿cómo fue que pasó?, nadie nunca lo supo, siempre vivimos con esa duda; dicen que a veces es mejor ignorar algunas cosas y aquí tenían razón.

Ahora una de mis amigas estaba muerta, Sam estaba muerta.


Después de vivir un buen tiempo con una gran compañera y amiga, me dieron la noticia de que la señora Elizabeth me había dejado como legítima heredera y podía regresar a la casa, a nuestra casa, a ese lugar que estaba lleno de memorias buenas y terroríficas, memorias que se irían escribiendo poco a poco.


Ahora regresaría al lugar donde todo comenzó, pero en este entonces ignoraba muchas cosas de aquel aterrador sitio y la verdad todo era mejor así.


Después de casi un mes, por fin volví a ver a Matt. Recuerdo que me mandó una carta diciéndome que nos encontraríamos en la cafetería a las 8:15 horas del siguiente día, siempre fue muy específico y puntual; la mañana siguiente me dirigí a este lugar y ahí estaba esa persona que poseía una esplendida belleza. Estaba sentado en la misma mesa, lo encontré escribiendo, caminé hacia él y me quedé ahí contemplándolo por un rato.


-Nash, hola, pero ¿qué haces ahí parada? -me dijo, al momento que bajaba la pluma con el que estaba escribiendo.


-Sólo te observo, quiero verte escribir, quiero recordarte así: haciendo lo que más te gusta. -contesté; creo que de alguna manera sabía lo que iba a suceder, mi alma me advertía algo y lo único que podía hacer era recolectar recuerdos, crear memorias.


-Pero por favor ven a hacerme compañía que tanta falta me hacía. -Me senté a su lado y me compartió un poco de su escrito, estaba escribiendo sobre mí, me dijo que estaba redactando nuestra historia, era su forma de inmortalizar un momento, inmortalizar nuestro momento.


Me miró con eso ojos llenos de ternura, cada gesto que emanaba de él me provocaba amarlo más, mi cariño hacia él estaba incrementando, me estaba enamorando poco a poco.


-Permíteme que te diga cuánta es la admiración que provocas en mi ser y cuánto es mi cariño hacia ti. -dijo Matt, mientras su mirada se posaba en mis ojos.- Escribo por ti, quiero seguir escribiendo nuestra historia, no quiero que esto termine.


-Un nosotros, yo tampoco quiero que esto acabe. -Contesté sin dejar de ver aquellos ojos cafés en los que mi mirada naufragaba.


De repente todo se congeló, sentí cómo el cuerpo de Matt se inclinaba hacia el mío, sus labios se acercaron más y más a los míos y por fin se encontraron, me sentí un poco mareada y me sumergí en la ola de mi primer beso.

Mientras nos besábamos sonrió y escuché que me decía: “Eres hermosa, Nash”.


Seguimos platicando sobre muchas cosas, podíamos hablar de cualquier cosa y siempre nos entendíamos, de alguna manera me gustaba cómo éramos juntos, separados no éramos lo mismo.

Tenía que irme, ya era tarde para llegar a mis clases; me despedí de Matt, le di un beso en la mejilla y él besó mi frente y me dio un gran abrazo.


-Piensa en mí un momento, ya que no me faltará tiempo a mí para pensar en ti, Nash. Estarás en mis pensamientos día y noche. Te veré en mis sueños. -Me dijo Matt.


-Ahí te veré, no llegues tarde -contesté, mientras caminaba hacia la puerta.


Llegué a casa después de un día pesado en la escuela y debajo de la puerta encontré una carta, era de mi hermana, algo pasaba con mi madre:


Hola, ¿cómo está todo por allá?, espero que todo bien, aquí todo estaba en perfectas condiciones hasta que madre enfermó. La hemos llevado con muchos doctores y ninguno nos pudo decir qué era lo que tenía, estábamos muy desesperados y seguimos buscando hasta que encontramos a un especialista que nos dijo qué era lo que pasaba con madre: es una enfermedad muy rara y casi no se escucha de ella, por eso muchos no podían decir qué era lo que pasaba con ella.

El especialista nos dio una noticia terrible: no hay cura para esta enfermedad, sólo se puede extender el tiempo de vida; hermana, la verdad el medicamento es muy caro y no podemos pagar por él, hablamos con madre y le explicamos la situación, así que hemos decidido, en conjunto; que dejaremos que viva sus últimos días a lado de sus hijos.

Este es uno de los motivos de esta carta, te pido que vengas a visitarnos por un tiempo y nos ayudes a que esta situación sea más fácil para nosotros y para madre, ella quiere estar con todos sus hijos y verlos juntos por última vez.

Espero verte pronto por acá, te esperamos con los brazos abiertos.

Tuya, Nila.


16 de octubre de 1971

Matt me acompañó a la estación de tren, decirle adiós y alejarme de él fue de las cosas más difíciles que he hecho.

-Sólo será una semana y regresaré a tu lado, lo prometo. –Le dije con gran seguridad y sin dejar de mirarlo a los ojos, sabía que prometer era algo que no se hace siempre, pero estaba segura de que regresaría con él.


-Pero esa semana sin ti será una eternidad para mí, me es muy difícil estar sin ti; contaré cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo para volver a tu lado. Siempre estarás en mis pensamientos más profundos, te abrazaré ahí.


Sentí cómo sus brazos rodearon mi cuerpo, me sentía segura a su lado, no quería apartarme de él, sabía lo que me esperaba en mi destino y no estaba lista para enfrentarlo; se acercó a mi oído, me dijo algo que no pude entender y después lo besó, besó cada uno de mis ojos, mis mejillas también y a lo último, me dio un beso en la frente, me abrazó fuerte como si fuera una despedida de verdad, fue hermoso sentir todo ese cariño.


-No quiero que este momento termine, quiero estar así por siempre, estar a tu lado –susurró a mi oído, al momento que sus manos se posaban en mis mejillas.


-Yo deseo lo mismo más que nada, encontrarte ha sido la cosa más maravillosa que ha sucedido en mi vida –contesté. -Cuídate mucho por favor.


Subí al tren, ya habían llamado a los pasajeros, encontré mi lugar, coloqué mi maleta de mano debajo del asiento y me acomodé en mi lugar; ahí estaba Matt frente a mi ventana, esperando verme una vez más, asomé mi cabeza por la ventana y le dije:

-Matt, te veré en mis sueños.

-No llegaré tarde -contestó mientras su mano se despedía de mí.


El tren comenzó su camino y mi corazón ya quería regresar con Matt; la tristeza comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.

Llegamos a nuestro destino, tomé mis maletas y me dirigí a aquel lugar al que solía llamar hogar, aquel lugar que me brindó momentos cálidos por un tiempo. Los recuerdos comenzaban a invadir mi mente.


Toqué a la puerta, estaba muy ansiosa por ver a mis hermanos de nuevo, a mi madre, pero algo me decía que saliera de ese lugar, que corriera y no mirara atrás; decidí ignorar esta voz.

Mi hermana abrió y pude ver cómo sus ojos brillaron al verme.


-Nash, qué bueno que viniste hermana. Te extrañaba tanto, todos lo hacíamos- me dijo y unas pequeñas lágrimas resbalaban por su mejilla. Me abrazó con una fuerza extraordinaria, ya no era la misma niña que había dejado en casa hace dos años. Respondí a su abrazo y le di un gran besó en la frente.


Entré al cuarto de madre, sabía que tenía que ser fuerte por ella y por mis hermanos, pero no podía, sabía que no iba a poder soportar el dolor de verla en aquel estado, sabía que muy pronto nos dejaría.


Allí estaba en la cama, una almohada apoyaba su frágil cabeza, se veía que estaba muy mal, se veía muy desgastada, ya no era la misma. Sus ojos me miraban profundamente, era como si no supiera quién era, como si viera algo diferente en mí, algo que desconocía; me acerqué a ella y le di un beso:


-Te quiero, nunca lo he dejado de hacer, mami -le dije, mientras tomaba una de sus manos y entrelazaba sus dedos con los míos.

No dijo nada, no hizo ni un gesto, sólo pude sentir cómo su mirada me observaba de arriba abajo, algo en mí le incomodaba, lo sabía, lo podía sentir. No supe qué es lo que pasaba por su cabeza al verme en ese momento y nunca lo iba a saber.


Nota: La historia de Nashla continúa.

Comments


  • twitter
  • linkedin
  • instagram

©2020 por Cesia García. Creada con Wix.com

bottom of page