Las memorias de Nashla (Continuación 2)
- Cesia García
- 30 dic 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 22 ene 2022
1 de octubre de 1971
La soledad ha sido mi única compañía, ya no puedo más, todos están muertos, mi familia está muerta… yo estoy muerta, atrapada en este abominable y sublime lugar, estoy muerta en vida. Cada vez que me miro al espejo me reconozco cada vez menos, todos mis recuerdos se van desvaneciendo lentamente y esto me está volviendo loca.
Estar sola se ha convertido en la cosa más normal y terrorífica que me ha pasado, todos aquellos que me importan están muertos o la vida simplemente ha decidido que no estén aquí a mi lado, ya nada tiene sentido. Sólo existe una salida, pero aún no sé si estoy lista para enfrentarla.
Hay tantas cosas que tengo que hacer, que escribir y no sé si pueda descansar con todo esto dentro de mí. Escribir, escribir a alguien que no sé quién sea, sin saber si realmente pueda existir esa persona, y sobre todo, que pueda comprenderme. No he sido la misma desde aquel día; sólo te pido a ti que estás leyendo esto, que no dejes que estas letras mueran, no dejes que estas memorias mueran conmigo.
Quiero que conozcas la verdadera historia, mi verdadera historia, por eso te pido a ti mi querido lector, que no dejes de leer hasta el final…
Mi nombre es Nashla, mi apellido ya no importa, quedó en el pasado y allí se quedará por siempre; tengo 25 años. Llegué a este casa debido a mis estudios, he vivido aquí desde hace tres años, por lo cual conozco muy bien este lugar; cada uno de los rincones que hay en este maravilloso lugar los reconozco con gran facilidad, los secretos más obscuros que posee este lugar no los ignoro, y mucho menos, todo lo que se encuentra en ella, todo.
Hallar unas cuantas hojas de papel, una pluma y tinta fue lo mejor que me pudo pasar, todo esto ha hecho que mi carga sea más liviana y así pueda seguir viviendo un poco más; ahora no me quedaré callada, mis memorias no morirán, la tinta se ha convertido en mis cuerdas vocales y mis letras, mis letras son mi voz.
Ellos dicen que no puedo hablar de mi historia, que no puedo hablar de todo lo que ha sucedido en este siniestro lugar, donde ahora, probablemente, tú, mi querido lector, te encuentras parado en este mismo instante; no, no te espantes, tranquilo, todo esto se quedará conmigo y morirá aquí. Sólo necesito sacar todo esto que no deja de dar vueltas en mi cabeza, no me deja dormir, comer o estar en paz y nunca volverá a ser lo mismo.
Así que comenzaré a escribir, escribiré todo lo que me ha sucedido, no sé si algún día alguien encuentre estas hojas que han sido mis aliadas en esta guerra que no ganaré; no sé si sean tiempos mejores, no sé si estarás en mejores condiciones que yo, solo te pido que llegues al final de esta historia y que entiendas que hay algunos lugares en esta casa que están prohibidos y es mejor no visitarlos, no querrás que entren a tu cabeza.
Quisiera regresar el tiempo pero eso es imposible.
3 de octubre de 1971
Todo comenzó cuando tuve que irme de casa, eran muchos los problemas económicos que nos atañían, así que tuve que dejarlos, emprendí un viaje a lo desconocido para así continuar con mis estudios y apoyar a mi pequeña familia.
Nuestro padre falleció en un accidente hace casi ocho años. Aún recuerdo todo: era un hermoso día, el cielo estaba despejado, el color azul estaba por todas partes, se podía escuchar el canto de las aves, aunque algo extraño se podía sentir en la atmosfera, era como si la vida misma nos estuviera gritando que algo malo iba a suceder, como si nos estuviera advirtiendo algo. Decidí ignorarlo.
Ese día fuimos a dejar a mi padre a la estación de tren, nos despedimos de él, mis hermanos lo abrazaron con mucha fuerza, como si supieran que era la última vez que lo verían lleno de vida. Era un viaje de trabajo, el último viaje que haría.
Después de tres días tocaron a nuestra puerta, mi madre, quien estaba preparando una deliciosas galletas para sus amados hijos; recibió una carta que le entregó un oficial, quien sólo se inclinó quitando el sombrero que cubría una parte de su cara, dio media vuelta y se marchó.
Lo pude ver en los ojos de mi madre: un grito desesperado que se apoderaba poco a poco de su débil cuerpo; abrió la carta, su mirada recorría cada línea que había en ella, su mano subió a su boca impidiendo que ese grito escapara de ella, lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, su pálido y delicado cuerpo ahora yacía en el piso. Lo supe, lo peor había pasado, aquello que la vida me estaba gritando ese día azul, había sucedido, mi padre había fallecido.
Según el reporte de los oficiales fue un un accidente causado, ya que encontraron explosivos en uno de los vagones y harían una investigación a fondo, cosa que no ha pasado hasta ahora. No hubo sobrevivientes.
Siempre quise hablar con mi madre del tema, pero lo único que me decía era que no tenía las fuerzas para recordarlo y prefería decirme otras cosas, era como si no hubiera sucedido nada, pero algo que aprendí fue que todos enfrentamos nuestras batallas de diferentes maneras y esa era la de mamá.
Los días siguientes fueron como si ella no existiera, era como si sólo fuéramos tres las personas que habitábamos aquella pequeña casa, nunca más volvía a ver a esa mujer que siempre me apoyó, que me ayudó y que siempre me daba los mejores consejos, esa mujer que amé tanto, la que siempre estaba para mí; ahora ya no existía más.
Tenía que ser fuerte por mis hermanos, ellos siempre estaban ahí, siempre me sacaban una sonrisa, son la única razón por la que me mantenía con vida, por lo que quería luchar día a día y ahora que ya no están todas esas fuerzas se han esfumado con ellos.
Una vez escuché que las personas mueren dos veces: la primera la que es física y que es inevitable, y la segunda cuando su nombre es pronunciado por última vez, su recuerdo es evocado por última vez; así que quise mantener a mi familia con vida, cada vez que podía pronunciaba sus nombres, sus recuerdos venían a mi mente, hablaba con ellos, pero poco a poco todo se fue apagando y mi vida no estaba excluida.
También han existido días en los que quisiera vivir por siempre, quisiera que el tiempo se hubiera detenido en ese preciso momento y quedarme atrapada en esos recuerdos, recuerdos que podían llegar a la perfección.
Es bueno recordar aquellos momentos que me hicieron llorar, amar, reír y soñar de nuevo, ayuda mucho y escribirlos es mucho mejor, es como si inmortalizaras esos instantes con letras que salen de tu puño.
Antes de que aquel lugar existiera en mi vida, todo era hermoso y espléndido..., pero bien dicen que detrás de todas las cosas exquisitas que tiene la existencia, siempre hay algo trágico.
Recuerdo aquel día que vi por primera vez al amor de mi vida, fue tan hermoso, el día en que nuestra historia comenzaría a escribirse; aún puedo sentir mariposas en mi estómago al pronunciar su nombre, cuando su hermoso recuerdo visita mi cabeza, es simplemente hermoso. El solo verle ya era un placer…
Cuando llegué a Nueva Orleans, que era un lugar de una belleza exquisita, mi cuerpo estaba muy cansado, estaba deprimida y triste, había perdido a mi padre, mi familia estaba lejos de mí y llegué a un lugar completamente desconocido, el cual guardaba un obscuro destino para mí. Tenía muchas cosas que vivir, lugares que visitar, personas que conocer, música que descubrir, así que decidí darle mi mejor sonrisa a esta gran ciudad.
Pero el destino tenía preparado algo diferente para mí...
5 de octubre de 1971
El sueño llegó a mí después de tantos meses, por fin he podido dormir un poco y las pesadillas no han sido la causa de mi despertar, fueron las letras, los recuerdos, mis memorias; el querer seguir escribiendo para ti...
Nota: La historia de Nashla continúa.
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